Mientras
estamos todos como locos con el fin de curso, las fiestas del colegio, la
emoción de que llega el calor y la piscina, el relajo de que las vacaciones
están ya a la puerta, sobre nuestras cabezas pesan las temidas notas.
¡Horror!¡Pánico! pero sobre todo frustración, esfuerzos no recompensados, notas que
evalúan ortografía cuando en verdad es la asignatura de ciencias o
religión, “se sabía los contenidos pero con esta ortografía no le puedo
aprobar”. ¿Que evalúa ciencias o religión o es la profesora de lengua? Cosas de
la vida la lengua en cambio aprobada.
Esta historia no es de mis hijos, es de una amiga mía, nosotros en casa
hemos escapado todos bien. ¡Gran triunfo! Solo nos queda la gran nota
selectividad, hasta el día 24 no sabremos nada, de nada. Mientras tanto
seguimos conteniendo la respiración, intentamos pensar en otras cosas y mi hijo
se lo está pasando bomba.
Como
soy como soy, das vueltas y vueltas a tu cabeza, ves a tu hijo con un pie en la
universidad y piensas en el largo camino recorrido. Pienso que me hubiese gustado
encontrarme con una amiga al inicio del camino, que me diese confianza y me
diese ciertos consejos.
Primero
que cuando ves que tu hijo no se sabe los colores, o que no es capaz de saber
en que día de la semana vive o como se llaman sus compañeros de clase, es que
pasa algo. Que aunque te digan que no pasa nada, que es un simple retraso
madurativo, sigue tu instinto y lucha hasta encontrar una respuesta. Que cuando
por fin llamas a la puerta del especialista adecuado y te dice la palabra
dislexia, es normal que sientas ansiedad y confusión. Que se tarda tiempo en
asimilar e interiorizar que es la dislexia, como le afecta a tu hijo y
aceptarlo tal cual es.
Lo
segundo que hay que transmitir es tranquilidad, es una carrera de fondo y lo
importante es llegar a la meta. Que asumas que uno nace con dislexia y lo es de
por vida. Que no es una enfermedad, que se necesita terapia de logopeda y
cuanto antes mejor. Que muchas veces va acompañada de psicomotricidad, no
siempre. Que no hay una regla de oro, cada niño es distinto y cada dislexia
también. Que no te estreses, que disfrutes de cada momento de la infancia de tu
hijo, que corres el riesgo que este maratón te deje sin disfrutar de la etapa
más bonita de tu hijo. Que disfrutes, que la etapa escolar es larga e implica
sufrimiento, pero es solo una etapa de la vida con un final. Cuanto más
normalices tú en tu vida la dislexia, más normal y más integrado estará tu hijo
en su vida diaria. Que trasmitimos lo malo y lo bueno. Depende del enfoque que
tu le des, dependerá el enfoque que tu hijo tendrá de su dislexia. Que tu vida
se centrará toda en la dislexia, en el colegio y en sus exámenes. No, está bien
pero hay que encontrar equilibrio. Es curioso que lo diga yo, que no creáis que
lo he encontrado. He pasado etapas o cursos completos bloqueada mentalmente con
la dislexia de mis hijos. Que hay vida más allá de la escolar.
Tercero
mantén las distancias. Nadie conoce mejor a tu hijo que tu, déjate asesorar por
un buen especialista que te de confianza , la química es esencial. Si te gusta
bien, si ves que no confías busca otro.
Confía en tu hijo. Mantén “ una distancia mental con el colegio”. No siempre
saben que es la dislexia, como trabajar con tu hijo y las tutorías pueden
llegar a hundirnos a los padres, los comentarios erróneos, la manía de amenazar
con la repetición, el desconocimiento del profesor sobre la dislexia de tu hijo
no debe de influenciarte. Ni tu hijo es tan desastre como te cuentan, ni es tan
maravilloso como otras veces te dicen cuando ha remontado. Tu hijo es normal,
vuelvo a decirlo normal como cualquier otro niño. Un niño con dislexia suele
ser académicamente como una montaña rusa, un día estás arriba ( los menos), y
otro día estás muy abajo ( los más). Confía en tu instinto y confía en tu hijo.
Haz oídos sordos a las palabras necias y sigue tu camino, confía en ti y en tu
hijo. Cuantas menos barreras tu levantes, menos barreras tendrá tu hijo. Tu
hijo con dislexia es capaz de todo lo que se proponga, lo único que necesita
distintas formas para aprender y distintas formas para expresar o evaluar sus
conocimientos. Me gusta el término que en estos últimos años utilizan los
anglosajones en sus normativas cuando hablan de “ learning difference”, es eso,
son diferentes en la manera de aprender, pero nada más.
Cuarto
la dislexia es la gran desconocida. A veces es difícil de identificar, no
siempre se manifiesta de la misma forma. La gente que te rodea, tu familia y
amigos no entienden tu estrés, no entienden, ni ven lo que tu ves. No tienen
tus miedos, ni tus angustias. No esperes que todo el mundo se haga participe de
la dislexia de tu hijo. O pasas por este camino o es difícil ponerte en esta
situación. La dislexia no se ve físicamente, no es como un niño con gafas que
nada más verle las gafas ves que tiene problemas en su vista. No, la dislexia
está oculta, no se ve, ni se toca y la gente no se imagina hasta donde puede
afectar. Hay momentos que vas sentir soledad en el camino, incomprensión de tus
seres más queridos y te tacharán de histérica. Da igual, no merece la pena que
te lleves un disgusto. La dislexia te transformará, te hará más sensible y tu
inteligencia emocional se desarrollará. Serás capaz de ayudar solo con tu
ejemplo a otras personas, verán en ti comprensión, serás el pañuelo de
lágrimas de muchas madres en la puerta del colegio. Madres que cuando tu
llorabas no te entendían, en cambio otras si. No pasa nada. Sigue tu carrera
de fondo con tu hijo, es tu objetivo y tu meta.
Quinto
y esencial, cuida de ti misma. Es importantísimo que te sientas bien, que
tengas ratos para ti. Que hagas deporte o que cocines, lo que sea pero que desconectes como sea. Es
dificilísimo, lo se. A mi me cuesta la misma vida, pero hay que hacerlo. Solo
cuando tú estés bien podrás estar en condiciones para ayudar a tu hijo. Para
transmitirle tus fuerzas, para tener paciencia, para no gritar, para sonreírle,
para minimizar esos fracasos, para llevar con mucha alegría y humor el día a
día de su dislexia.
Sexto,
habla y comparte tus sentimientos. Hay momentos de angustia, de miedos y
fobias. De no saber si estás en el camino correcto. De no saber que
expectativas tener sobre el futuro de tu hijo. De ganas de llorar. De no poder
más con el colegio de tu hijo. De sentir que eres un bicho raro. De encontrar
el tan ansiado equilibrio y ser madre normal de un niño normal con dislexia.
Habla, toma cafés con tus amigas y comparte. Tendrás altibajos emocionales y
necesitas apoyarte en la gente. Aunque solo sea desahogándote. La dislexia por
desgracia hace sufrir a tu hijo pero a ti como madre también. Tu hijo se
apoyará en ti, pero tu tienes que buscar tus propios apoyos emocionales.
No
tengas miedo a la etiqueta de dislexia. Es cierto que las etiquetas suelen
hacer daño. Lucha por defender la etiqueta de tu hijo, no solo lleva la de
dislexia, lleva la de trabajador, la de luchador, la de niño adorable, la de
adolescente como cualquier otro, la de divertido, la de merece la pena que me conozcas.
Defiende todas ellas, haz que el colegio las vea y que tu hijo las conozca. Que
crea en si mismo. La etiqueta más importante es que es un niño, un niño normal
que necesita un aprendizaje distinto.
Ultimo
consejo : paciencia y humor. Es un maratón, una carrera larga y por mucho que
te digan, nunca estarás lo suficientemente preparada para las aventuras que la
dislexia y educación de tu hijo te deparan. ¡Animo! Haz que se convierta en una
aventura apasionante con un final feliz.
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