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18 abril 2013

Mirala, mirala ...... una vez más, ahí está: la dislexia




  El otro día me puse a hacer los deberes con mi hijo Pedro, tiene siete años, su dislexia es leve. Es el quinto de mis hijos. Gracias a la ayuda de sus profesores, del colegio y que al ser el quinto hermano, en cuanto tuvo tres años y empezamos a ver cosas llamémoslas de alguna forma " extrañas" o " anómalas", empezamos a ir a terapia. Simplemente a corregir y ayudar todas las "anomalías" que se iban presentando. A esa edad tan temprana es imposible poder diagnosticar una dislexia. Ni siquiera han empezado el proceso de lectoescritura. A ello le sumo que tuvo, y diría tuvimos ya que a mi me evito un montón de trabajo, la inmensa suerte de que le enseñaron a leer con un sistema buenísimo. Le enseñaron a leer con el sistema de los niños sordos, con signos. Nunca lo había visto, no se de nadie en mi entorno que lo utilice, pero los resultados han sido asombrosos. Ni un solo problema con la lectura, Pedro acabó primero de primaria leyendo en francés y español sin ningún problema, sin stress, sin agobios, sin atascarnos en ninguna letra, ni sílaba, sin nada. Después de cuatro hijos donde el inicio a la lectura ha sido un verdadero stress, donde tarde o temprano se han ido atascando todos, esto me pareció el descubrimiento del año. Cual ha sido mi sorpresa, que al haber aprendido a leer con este sistema el inicio en la escritura y en la ortografía ha sido, aunque con algunos problemas, mucho más sencillo que con el resto de sus hermanos. En cuanto se le atasca una palabra, empieza a hacer todo tipo de signos con las manos, fijándose en lo que oye y los sonidos ... y al final termina por escribir lo que se le dice. A veces tengo que reconocer que no es del todo exacto, pero se le asemeja bastante, no siendo un disparate. Lo cual para mi es todo un logro.

  Bueno, volviendo al tema, este sábado me puse a leer con él. Cual fue mi sorpresa cuando según iba leyendo, según iba contestando a las preguntas del texto, allí estaba ella. Como tantas otras veces, escondida, disimulada, solo a la vista de pocos, allí estaba su dislexia. En ese momento me entró pereza, cansancio y agotamiento de tener que empezar otra vez a trabajar de lleno con otro hijo. Pero me demostró una vez más, que la dislexia siempre que está, siempre que te la diagnostican, acaba por  hacer acto de presencia, entra en escena tarde o temprano, está ahí y siempre da la cara. ¡Que le vamos a hacer! es nuestra compañera de por vida, para lo malo y... también hay que admitirlo para lo bueno, aunque a veces cueste encontrar las cosas buenas.

  Pedro era incapaz de contestar algunas preguntas sobre los textos leídos. Un claro ejemplo, la historia trataba de un niño que era el mediano de tres hermanos. El cuento ponía literalmente que era el mediano  entre Jaime y Manolo, entonces le preguntaban que cuantos hermanos eran, el protagonista. Para cualquier niño de su clase sería obvio, eran tres. Para mi hijo fue un trabajo enorme, no lo veía por más que releíamos el texto no era capaz de encontrarlo. No era capaz de entender lo subjetivo del texto. Al final me dijo tres, pero me di cuenta por su tono que algo no funcionaba. Le pregunté que como lo había averiguado y me dijo que gracias a que miró al dibujo ilustrado de la página siguiente donde aparecían los tres hermanos.¡Bravo! por su picardía o como lo llamo yo, " instinto buscavidas" de estos niños. ¡Horror! Pues a mis ojos la dislexia de Pedro me estaba sacando la lengua de forma tan descarada, me estaba diciendo claramente que estaba ahí.

  Que contaros que no sepáis. Simplemente he hecho un nuevo hueco en mis tardes. Vuelvo a leer todos los días con él veinte minutos, contestando a las preguntas sobre el texto. Leemos en voz alta, para que coja ritmo y porque le gusta escucharse así mismo.  Pedro, mi hijo, es muy perfeccionista, por suerte tiene un carácter muy fácil, con la autoestima bien alta. Para que no me hiciese mil preguntas, para que no le diese vueltas al tema, y a fin y al cabo siguiese creyéndose el rey del universo, se lo expliqué muy claro. Le hice ver que era disléxico como el resto de sus hermanos. Le dije que esto era como entrenar para la maratón, cada día un ratito. Poco a poco uno iba cogiendo fondo, cogía fuerza y velocidad, y al final no solo llegaba a la meta sino que encima podía ganar. Todo se resumía a entrenar. El no se está dando cuenta, que en verdad todo se resume a disciplina, a entrenamiento y a saber luchar más que el resto. Los disléxicos son expertos, artistas y fuera de serie en este dominio. Mi hijo Pedro esta semana ha empezado su aprendizaje y estoy más que segura que lo adquirirá.


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